Una vez más,
me la pone todo dura el admirar la enorme grandiosidad de mi reino
apalancado en mi trono de oro macizo mientras me bebo un buen copazo
de whixky mezclado con sangre enemiga. Una sensación estremecedora
de felicidad y victoria inunda todos los rincones de mi ser, haciendo
brotar unos gemidillos orgásmicos tan puros como sanguinarios. Sí…
Me invade una feliz nostalgia cada vez que me acuerdo de todos esos
senadores, presidentes y politicuchos que me miraban como si fueran
buitres que devoran con la mirada su próximo manjar; y con esa
superioridad que les daba el creer que me iban a sobrevivir. Y ahora,
¿Dónde están todos? ¡Muertos! Urkullu, López, Quiroga… ¡Bajo
tierra! Mintegi, Rajoy, Rubalcalba… ¡Pasto de gusanos! Maneiro…
¡Fue el primeiro! Vi caer hasta al príncipe Borbón convertido ya
en un auténtico rey de pacotilla. Sí…
Me levanto
de mis aposentos para dar un pequeño paseo en mi habitación. A
pesar de que dispongo de órganos nuevos y sangre limpia siempre que
quiera, mis músculos y mi carcasa corporal siguen estando viejos y
necesitan moverse de vez en cuando. Aprovecho, eso sí, para recorrer
con la vista la majestuosidad de mi Villa por siempre adorada. Desde
mi torre puedo vislumbrar y regocijarme de la miseria y la muerte que
patrulla las calles haciendo que mi nombre sea el más glande y
temido de toda la península. No obstante, me mosquea no poder quitar
esa estúpida “Iberdrola” de los cojones que mancilla mi hogar.
Vaya puto sandios este, que parezco un puto villano de palo que
necesita patrocinio (nada más lejos de la realidad, ya que he sido
educado desde la más tierna infancia al calor del “jeiltzalismo”
y la malignidad y sé lo que es obrar en la oscuridad con las manos
chorreantes de sangre).
Pero es lo
menos que puedo hacer. Si no, a ver quién me habría vendido tanto
material a tan poco precio como para poder montar cámaras de gas por
todos lados. No hubiera llegado tan lejos sin su apoyo, ya que me
dieron la oportunidad de acabar con la oposición. Se convirtieron
así en mi mano derecha, una especie de mezcla entre organización no
gubernamental y banda guerrillera militarizada a las órdenes de un
solo amo. Limpiaron las calles por mí y se mancharon sus manos de
sangre dejando impolutas las mías. Pero soy lo que soy gracias a mi
trabajo, perseverancia y mi mente enferma. Que no lo olviden jamás…
¡Que los
Dioses admiren la grandiosidad de mi imperio! La gran Bilbao nunca
fue tan inmensa. Bizkaia, Araba, Iparralde, Nafarroa, Cantabria,
Rioja, Asturias… Todo me pertenece. Si no fuera por esos
inconquistables locos de Gipuzkoa todas las vascongadas serían mías.
Pero eso da igual. Euskal Herria murió hace tiempo, vi personalmente
como dejaba de respirar mientras lo alzaba entre mis brazos. Ya no
existe ninguna nación pisoteada que reivindicar. Solo ondea una
bandera, y es la de la sangre derramada. No hay ideales, solo muerte
y destrucción. Y ansias de poder, muchísimas ansias.
Voy a dejar
de mirar por la ventana antes de que me sorprenda a mí mismo con una
erección, que no son horas… El momento de gozar haciendo sufrir es
tan celestial como agotador. Con uno cada mañana suficiente.
Necesito un
poco de aliño para mi hígado, tendré que salir a por sangre
fresca. Reúno un escuadrón de ex aberlatxes convertidos en
milicianos y me adentro en las peligrosas calles.
Hoy la noche
está tranquila. No hay ni estallidos, ni disparos, ni gritos
agonizantes en la oscuridad. Da gusto ser el rey de esta ratonera. Al
fin y al cabo eso es lo que son: ratas infectas encerradas en un
laberinto sin salida. Me enciendo un purazo de los míos, un buen
Montecristo a las finas hierbas, y disfruto del viaje. Poco a poco se
va apreciando nuestro destino en la belleza espesa de la noche,
mientras la inquietud y la impaciencia comienzan a tomar forma dentro
de mí. Vamos tarde, empiezo a estar expuesto. El monazo acecha y su
amenaza es el único peligro existente.
Pocos
imaginaban que el adorado San Mames Barria iba a convertirse con los
años en mi mansión de los horrores, mi Centro de Empalamiento
Masivo. Mi espacio místico de búsqueda de la paz interior mediante
brutales penetraciones anales mortales. Solo de pensarlo…
¡Pero no es
tiempo de pensar! El gran King Kong está ya dentro de mí y me
informa de que viene con ganas de hacerme perder la cordura. Necesito
sangre recién vertida en mi copa, ¡YA! Empiezo a ponerme violento
con los presentes para saber quién será el agraciado. El primero
que me mire mal, clavadito como un animal. En unos pocos segundos el
tapón se descorcha y el vino corre. Que delicia… Ahora me siento
más tranquilo.
Con el
síndrome de abstinencia abatido, decido disfrutar del precioso
momento del que antes no he podido. Les digo a mis subordinados que
crucen el Bosque de Empalados Doña Casilda (véase parque de los
patos/petas) y abro todos mis sentidos al placer más absoluto; tanto
visual, auditivo como olfativo. Aquí está mi más preciado tesoro,
todos mis logros político-sociales. He conseguido acabar con una de
las lacras más pesadas, ahogadoras y succionadoras de vidas que han
azotado nuestra apestosa humanidad. Me refiero a esos inhumanos
judíos y su exterminador sistema capitalista que tanto daño ha
causado. He reventado los grilletes que teníamos con el dinero, esa
mierda de papel sobrevalorado que no contenía nada más que almas
podridas de usureros descarriados. En mi país no hay más guita, yo
poseo todos los recursos (desde comida hasta papel de culo, pasando
por la ropa, muebles y drogas duras; los condones no, han sido
exterminados también, todos a pelo a gozar hasta morir) y los
reparto como me sale del orto. He acabado con las revueltas sociales,
empalando todos y cada uno de los indignados. Ya no hay favoritismos
policiales, no solo defienden a los ricos apaleando pobres. Ahora
revientan a todos por igual, esa es la auténtica igualdad. Podría
seguir así horas pero ya me estoy aburriendo. Es hora de ir a la
piltra.
Me la
machaco contemplando una foto de Sabino Arana y me hundo en mi cama
creyendo falsamente que he llegado al nivel del gran Vlad Tepes. Sé
que no es verdad, ni de lejos, pero me llena la panza de embriagador
odio puro, sumiéndome en los sueños más exquisitos y
esquizofrénicos. Otro día delicioso que llega a su fin, a
diferencia de mi imperio, que nunca va a desaparecer. Estoy dejando
atrás mi cuerpo terrenal para ascender al reino divino de Valaquia a
postrarme ante mi Dios. Oh, mi amado Vlad, tómame a cuatro patas
como un perrillo.
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