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jueves, 28 de septiembre de 2017

Azkuna The Enpalatxaile

Una vez más, me la pone todo dura el admirar la enorme grandiosidad de mi reino apalancado en mi trono de oro macizo mientras me bebo un buen copazo de whixky mezclado con sangre enemiga. Una sensación estremecedora de felicidad y victoria inunda todos los rincones de mi ser, haciendo brotar unos gemidillos orgásmicos tan puros como sanguinarios. Sí… Me invade una feliz nostalgia cada vez que me acuerdo de todos esos senadores, presidentes y politicuchos que me miraban como si fueran buitres que devoran con la mirada su próximo manjar; y con esa superioridad que les daba el creer que me iban a sobrevivir. Y ahora, ¿Dónde están todos? ¡Muertos! Urkullu, López, Quiroga… ¡Bajo tierra! Mintegi, Rajoy, Rubalcalba… ¡Pasto de gusanos! Maneiro… ¡Fue el primeiro! Vi caer hasta al príncipe Borbón convertido ya en un auténtico rey de pacotilla. Sí…

Me levanto de mis aposentos para dar un pequeño paseo en mi habitación. A pesar de que dispongo de órganos nuevos y sangre limpia siempre que quiera, mis músculos y mi carcasa corporal siguen estando viejos y necesitan moverse de vez en cuando. Aprovecho, eso sí, para recorrer con la vista la majestuosidad de mi Villa por siempre adorada. Desde mi torre puedo vislumbrar y regocijarme de la miseria y la muerte que patrulla las calles haciendo que mi nombre sea el más glande y temido de toda la península. No obstante, me mosquea no poder quitar esa estúpida “Iberdrola” de los cojones que mancilla mi hogar. Vaya puto sandios este, que parezco un puto villano de palo que necesita patrocinio (nada más lejos de la realidad, ya que he sido educado desde la más tierna infancia al calor del “jeiltzalismo” y la malignidad y sé lo que es obrar en la oscuridad con las manos chorreantes de sangre).

Pero es lo menos que puedo hacer. Si no, a ver quién me habría vendido tanto material a tan poco precio como para poder montar cámaras de gas por todos lados. No hubiera llegado tan lejos sin su apoyo, ya que me dieron la oportunidad de acabar con la oposición. Se convirtieron así en mi mano derecha, una especie de mezcla entre organización no gubernamental y banda guerrillera militarizada a las órdenes de un solo amo. Limpiaron las calles por mí y se mancharon sus manos de sangre dejando impolutas las mías. Pero soy lo que soy gracias a mi trabajo, perseverancia y mi mente enferma. Que no lo olviden jamás…

¡Que los Dioses admiren la grandiosidad de mi imperio! La gran Bilbao nunca fue tan inmensa. Bizkaia, Araba, Iparralde, Nafarroa, Cantabria, Rioja, Asturias… Todo me pertenece. Si no fuera por esos inconquistables locos de Gipuzkoa todas las vascongadas serían mías. Pero eso da igual. Euskal Herria murió hace tiempo, vi personalmente como dejaba de respirar mientras lo alzaba entre mis brazos. Ya no existe ninguna nación pisoteada que reivindicar. Solo ondea una bandera, y es la de la sangre derramada. No hay ideales, solo muerte y destrucción. Y ansias de poder, muchísimas ansias.

Voy a dejar de mirar por la ventana antes de que me sorprenda a mí mismo con una erección, que no son horas… El momento de gozar haciendo sufrir es tan celestial como agotador. Con uno cada mañana suficiente.

Necesito un poco de aliño para mi hígado, tendré que salir a por sangre fresca. Reúno un escuadrón de ex aberlatxes convertidos en milicianos y me adentro en las peligrosas calles.

Hoy la noche está tranquila. No hay ni estallidos, ni disparos, ni gritos agonizantes en la oscuridad. Da gusto ser el rey de esta ratonera. Al fin y al cabo eso es lo que son: ratas infectas encerradas en un laberinto sin salida. Me enciendo un purazo de los míos, un buen Montecristo a las finas hierbas, y disfruto del viaje. Poco a poco se va apreciando nuestro destino en la belleza espesa de la noche, mientras la inquietud y la impaciencia comienzan a tomar forma dentro de mí. Vamos tarde, empiezo a estar expuesto. El monazo acecha y su amenaza es el único peligro existente.

Pocos imaginaban que el adorado San Mames Barria iba a convertirse con los años en mi mansión de los horrores, mi Centro de Empalamiento Masivo. Mi espacio místico de búsqueda de la paz interior mediante brutales penetraciones anales mortales. Solo de pensarlo…

¡Pero no es tiempo de pensar! El gran King Kong está ya dentro de mí y me informa de que viene con ganas de hacerme perder la cordura. Necesito sangre recién vertida en mi copa, ¡YA! Empiezo a ponerme violento con los presentes para saber quién será el agraciado. El primero que me mire mal, clavadito como un animal. En unos pocos segundos el tapón se descorcha y el vino corre. Que delicia… Ahora me siento más tranquilo.

Con el síndrome de abstinencia abatido, decido disfrutar del precioso momento del que antes no he podido. Les digo a mis subordinados que crucen el Bosque de Empalados Doña Casilda (véase parque de los patos/petas) y abro todos mis sentidos al placer más absoluto; tanto visual, auditivo como olfativo. Aquí está mi más preciado tesoro, todos mis logros político-sociales. He conseguido acabar con una de las lacras más pesadas, ahogadoras y succionadoras de vidas que han azotado nuestra apestosa humanidad. Me refiero a esos inhumanos judíos y su exterminador sistema capitalista que tanto daño ha causado. He reventado los grilletes que teníamos con el dinero, esa mierda de papel sobrevalorado que no contenía nada más que almas podridas de usureros descarriados. En mi país no hay más guita, yo poseo todos los recursos (desde comida hasta papel de culo, pasando por la ropa, muebles y drogas duras; los condones no, han sido exterminados también, todos a pelo a gozar hasta morir) y los reparto como me sale del orto. He acabado con las revueltas sociales, empalando todos y cada uno de los indignados. Ya no hay favoritismos policiales, no solo defienden a los ricos apaleando pobres. Ahora revientan a todos por igual, esa es la auténtica igualdad. Podría seguir así horas pero ya me estoy aburriendo. Es hora de ir a la piltra.

Me la machaco contemplando una foto de Sabino Arana y me hundo en mi cama creyendo falsamente que he llegado al nivel del gran Vlad Tepes. Sé que no es verdad, ni de lejos, pero me llena la panza de embriagador odio puro, sumiéndome en los sueños más exquisitos y esquizofrénicos. Otro día delicioso que llega a su fin, a diferencia de mi imperio, que nunca va a desaparecer. Estoy dejando atrás mi cuerpo terrenal para ascender al reino divino de Valaquia a postrarme ante mi Dios. Oh, mi amado Vlad, tómame a cuatro patas como un perrillo.

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